El artículo que se presenta a continuación fue publicado en el volumen 7 de la revista Espejo del programa de Lingüística y Literatura de la Universidad de Cartagena (2015).
Gaitán: una vida en defensa de la soberanía y la democracia
Luis Felipe Buelvas Rico
Estudiante de Filosofía (UdeC)
No veremos ya los cañones disparando contra las naciones débiles ni la provocación de revoluciones internas. El sistema será distinto y ceñidamente legal en apariencia, se enviarán al país que quieren dominar grandes empresas, bancos poderosos, capitales ingentes que lo irán invadiendo y dominando con la aceptación regocijada de los ciudadanos. Ya no se tratará de violar la ley escrita, sino que mediante la expansión financiera aun permaneciendo inviolada la legislación se impondrá el más fuerte desde el punto de vista económico. No se necesitará perpetrar el ataque al derecho del Estado débil, sino que éste será absorbido por las vías legales y quedará entregado legalmente al adversario. He ahí el hecho de la conquista técnica.
- J. E. G. sobre la nueva forma de recolonización imperial.
Jorge Eliécer Gaitán (1898 – 1948)[1] es uno de esos hombres cuyo existir representa un ilustrativo ejemplo de real patriotismo. Un existir dedicado a trabajar, con poderoso ahínco e incalculable voluntad, por una Colombia radicalmente distinta a aquella en la que le tocó nacer: una patria libre, soberana y digna. Este escrito es un homenaje a su memoria (vida y obra), a sabiendas de que la mejor manera de realizar esta labor va mucho más allá de unas palabras.
Ahora bien, en estas páginas, expondré su tesis sobre el país político y el país nacional, para luego reseñar el debate que impulsó su carrera política: el debate sobre la masacre de las bananeras.
Un solo territorio: dos países
Ya en la Introducción general a la crítica de la economía política, Marx aclaró que analizar una sociedad sin examinar con profundidad la naturaleza de sus clases, de su modo de producción, de su cultura, etc., es realizar un análisis abstracto. Así, Gaitán, desde joven acérrimo lector de Marx y Engels, estableció un criterio para estudiar las relaciones sociopolíticas nacionales: en Colombia hay dos países, el país político y el país nacional.
El país nacional es el del pueblo honesto y trabajador; es aquel que concentra su pensamiento y accionar en la educación, la salud y el empleo de los hijos de la patria, en el enriquecimiento del sector agropecuario, en la materialización de los más altos valores y principios democráticos, esto es, la defensa de la grandeza de Colombia .
En contraste, el país político ignora la esencia de tales problemas, pues sus actuaciones se reducen a preservar el poder sobre la maquinaria burocrática e impulsar la dinamización de la mecánica electoral. Sus preocupaciones son por los votos de este lugar o del otro, la firma para tal contrato, el puesto del ministerio x o la embajada y. El país político no sólo ignora las necesidades del país nacional, sino que legisla y ejecuta contra sus intereses: “¡Tremendo drama en la historia de un pueblo!”, lamenta Gaitán.
Cuando en una nación la política degrada de tal manera, según Gaitán, se ha instaurado el régimen oligárquico, pues la oligarquía “es la concentración del poder total en un pequeño grupo que labora para sus propios intereses, a espaldas del resto de la humanidad”. Nada lejano de la realidad que vivimos hoy día.
El histórico debate sobre la masacre de las bananeras
(Congreso de la República, antro parlamentario). En las sesiones del 3 al 6 de septiembre de 1929, Gaitán denunció las barbaridades cometidas por el ejército y el gobierno colombianos, durante la huelga que, a finales del año anterior, los obreros de la zona bananera del Magdalena realizaron contra las repugnantes condiciones laborales impuestas por la United Fruit Company, y que culminó con el asesinato de centenares de trabajadores el 6 de diciembre en la plaza de Ciénaga.
Sesión del 3 de septiembre de 1929. En el primer día del debate, Gaitán plantea las deprimentes características de la tragedia: una región inundada de miseria, sangre, luto y aberraciones a la dignidad humana, producto de una mafiosa relación entre el ejército y la United Fruit, compañía extranjera cuyo oxígeno y moral era el signo peso.
Gaitán le exige al gobierno nacional que resuelva el problema impartiendo justicia y castigando a los responsables. Así, divide su exposición en varios apartes: el desarrollo de la tragedia, las relaciones entre los militares y la United Fruit, los robos al erario del Magdalena, la noche de la masacre y las actuaciones del gobierno al respecto.
Primeramente, denuncia que en las casas de la United Fruit se desarrollaban constantes festejos entre los soldados y los agentes de la compañía, donde imperaba el consumo desenfrenado de alcohol y hasta se obligaba a las mujeres del pueblo a participar de tales encuentros. De hecho, Gaitán, con certificados en mano, revela que unos soldados violaron a una niña que padecía retraso mental.
Por otra parte, afirma Gaitán, muchos de los presos del pueblo habían sido encarcelados por negarse a vender sus propiedades a la compañía estadounidense, siendo víctimas de las palizas de los militares, quienes violentamente los sacaban de sus lugares de residencia.
Igual de indignante es la alocución del entonces Presidente de la República, Miguel Abadía Méndez, quien acusa a los obreros de cometer delitos, mientras elogia la actuación de los militares. Alocución rechazada por Gaitán, quien le exige al Presidente que invierta los papeles y respete el dolor de los sacrificados.
Sesión del 4 de septiembre de 1929. En el segundo día de este magistral ejemplo de lucha parlamentaria, de denuncia y control político, Gaitán expone cuáles eran los destinos de los impuestos del pueblo magdalenense: orgías y bailes en Santa Marta, pagos del licor solicitado a la United Fruit, paseos en automóvil, etc. Mas los militares no sólo usufructuaban de este modo el tesoro público, sino que cometieron otro delito: en Ciénaga, el régimen militar se robó los libros de la tesorería municipal. Definitivamente, la ley colombiana no existía en el Magdalena.
Enseguida, Gaitán denuncia las “peregrinaciones trágicas” efectuadas por los soldados en los ferrocarriles, quienes, sin el mínimo gesto de humanidad, disparaban contra todo desafortunado habitante que se cruzara en su camino. Desde los vagones, las ametralladoras nada respetaban. “Era una cruel persecución injustificada y criminal”, asevera Gaitán.
Luego, desmiente la ridícula farsa creada por el entonces Comandante de las Fuerzas Militares del Magdalena, Carlos Cortés Vargas, quien aseguró que el asesinato de los obreros fue una respuesta del Ejército a la invasión de unos buques estadounidenses en el mar de Santa Marta. Pero, ¿qué sentido tiene el hecho de que para defender el territorio patrio de un invasor extranjero se dispare contra sus propios compatriotas? Para Gaitán, lo anterior no es más que una excusa cómplice de uno de los autores de la tragedia: “…esto por sí solo es un retrato de la personalidad moral de este individuo”.
Sesión del 5 de septiembre de 1929. En esta sesión, Jorge Eliécer Gaitán le informa a las masas colombianas, a los demás congresistas y a la prensa nacional, que por más que se intente minimizar la importancia del debate en ejecución, su actitud se mantendrá firme y combativa contra viento y marea, que en lo fáctico no son sino los ataques de algunos periodistas y congresistas, por un lado, y por otro, el cohecho del oro norteamericano.
Gaitán tenía claro que sus denuncias eran un grito de justicia contra la atrocidad cometida por la compañía gringa, el ejército y el gobierno; un grito del país nacional contra el país político; un grito que exigía la “depuración moral” necesaria para que la justicia penal en Colombia “se administre conforme a los dictados de la ciencia y de la equidad”.
Sesión del 6 de septiembre de 1929. En la última plenaria del Congreso que fue escenario del trascendental debate realizado por Gaitán, este auténtico demócrata analiza la responsabilidad directa del gobierno en la catástrofe.
La tesis principal de la denuncia de Gaitán es que el gobierno, el ejército y la United Fruit Company se confabularon para resolver mediante las balas un problema laboral. Para lograr este fin, desarrollaron la siguiente estrategia: armaron un montaje que consistiera en la supuesta existencia de un caos público que justificara el estado de sitio y, en consecuencia, la masacre contra los obreros en huelga:
Tan premeditado fue este monstruoso delito, que a los obreros se les hizo maliciosamente concentrar en la ciudad de Ciénaga, en la tarde del 5 de diciembre diciéndoles que era para recibir al gobernador, pues se iba en aquella ciudad a firmar el pacto con la United, que había aceptado algunos puntos.
Esto revela que los obreros sí querían llegar a un acuerdo a través del diálogo, mientras la compañía gringa quería continuar explotándolos, razón por la cual necesitaba el estado de sitio, razón por la cual resolvería el conflicto mediante el fuego.
El plan les salió de maravillas. El comandante Cortés Vargas se dirige en horas de la madrugada hacia la multitud ubicada en la plaza de Ciénaga con el fin de leer el supuesto decreto del pacto con la United Fruit. La mayoría de los obreros estaban dormidos. Los pocos que escucharon la lectura del decreto respondieron con un enérgico grito de “¡Viva Colombia!”. El ejército respondió con el grito de las ametralladoras.
Dispararon sin pausa por más de cinco minutos. La tragedia está consumada. Cientos de vidas dijeron adiós. Otras, que tendían en el hilo del existir o el perecer, serían rematadas con las bayonetas. Escena horrorosa.
Los muertos son transportados en camiones para ser arrojados al mar o enterrados en fosas previamente abiertas. Pero no sólo los muertos, también los heridos. Agravante inhumano.
La respuesta al porqué sucedió todo esta barbaridad es descrita por Gaitán en su célebre frase: “…en este país el gobierno tiene para los colombianos la metralla homicida y una temblorosa rodilla en tierra ante el oro [norte]americano”.
La “metralla homicida” puede entenderse como una metáfora para comprender la razón específica de toda la tragedia: los trabajadores de la zona bananera debían quedar “esclavizados económicamente” con la firma de autorización por parte del gobierno: el 29 de diciembre de 1928 se firmó en Ciénaga, en la notaría segunda del circuito, el decreto que fijaría los salarios que recibirán los obreros. Más explotación, menos dignidad.
Por último, Gaitán finaliza la espléndida presentación afirmando su conocimiento de que era prácticamente seguro que no se castigaría a ningún responsable de la tragedia denunciada. Mas, su único empeño es que “la nación conociera la página más bochornosa de su historia”. Y así fue. Hoy, recordamos un hecho escrito con sangre. Un hecho que quizás no se presenta actualmente con las mismas magnitudes, pero que nos invita a reflexionar sobre la historia nacional, el pasado, el presente y el futuro de nuestra Colombia, país que sigue siendo gobernado por el mismo país político, la misma oligarquía que una vez dijo: “la tal masacre de las bananeras no existe”, como el paro agrario del 2013 o las contaminaciones perpetradas a nuestro ecosistema por parte de las transnacionales extranjeras.
Gaitán nunca perdió la marea alta. Hasta el último de sus días se mantuvo de pie, humilde con las gentes del pueblo, pero soberbio contra los traidores de la patria. Su carrera política es una excelsa manifestación de coherencia, en defensa de la soberanía nacional y una democracia auténtica en Colombia. El mejor homenaje, reitero, es luchar por su histórico legado.
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[1] Un excelente escrito para conocer los aspectos más importantes de la vida de este político, es el texto Jorge Eliécer Gaitán: 65 años, de la autoría del sociólogo e historiador colombiano José Fernando Ocampo. Consúltese en: http://www.moir.org.co/Jorge-Eliecer-Gaitan-65-anos.html